¿Por qué la vacuna de COVID llegó tan rápido y la de SIDA ha tardado décadas? La ciencia lo explica.

El desarrollo de una vacuna para una enfermedad nueva, como la COVID, y la ausencia de una para una afección que lleva décadas de investigación, como el SIDA, puede desatar teorías de conspiración, pero la ciencia tiene la explicación.

El 2020 se vio marcado por la propagación del virus SARS-CoV-2, el cual ocasionó una pandemia y, hasta el momento, ha causado más de un millón y medio de muertes en el mundo. La comunidad científica unió esfuerzos para desarrollar una vacuna y detener la enfermedad lo más pronto posible para regresar a la normalidad.

Algunos laboratorios pasaron la etapa de ensayos clínicos y pudieron distribuir la vacuna para iniciar el proceso de inmunidad en distintos países.

El desarrollo de una vacuna en menos de un año desata teorías y sospechas porque otras enfermedades como el SIDA, no tienen el mismo método de prevención, a pesar de llevar décadas en investigación.

No obstante, en 2020, la vacuna del SIDA también llegó a la tercera fase de ensayos clínicos, lo cual indica que pronto podría desarrollarse en masa y distribuirse.

Para evitar confusiones sobre el desarrollo de vacunas, se debe tomar en cuenta que el COVID y el SIDA no funcionan de la misma manera, a pesar de ser enfermedades virales.

El SIDA es causado por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el cual es clasificado como un retrovirus.

Los retrovirus se caracterizan por utilizar enzimas que replican el ADN de las células anfitrionas. Esto ocasiona que el virus mute con mayor facilidad y se propague rápidamente en el organismo causando otro tipo de infecciones.

Además, el objetivo principal del VIH es debilitar el sistema inmune. En el caso de SARS-CoV-2, las células son capaces de identificar la presencia del virus en el organismo y defenderse.

De esta manera, las células se pueden infectar, pero generarán anticuerpos para estar preparadas en caso de que el virus entre al cuerpo otra vez.

Con el VIH, los anticuerpos no son capaces de eliminar el virus por su velocidad de mutación. Es por eso que una persona infectada con VIH lo tiene en su organismo para siempre.

No obstante, existen tratamientos que tienen el 90% de efectividad para tratar el SIDA, mientras que no existe algo parecido con el COVID.

Además de que los virus funcionan de manera distinta en el organismo, el desarrollo de una vacuna depende del financiamiento que se le otorgue a su investigación.

La vacuna contra COVID fue posible gracias a que tuvo recursos que no tienen otras investigaciones. El Banco Mundial, la fundación de Bill Gates o el Ministerio de Sanidad en España son algunas de las instituciones que financiaron la vacuna.

Llegar a la tercera fase de ensayos clínicos, lo cual implica probar la vacuna en pacientes voluntarios, es costoso por el riesgo de efectividad.

Los ensayos clínicos de vacunas previas de SIDA le daban una efectividad de no más del 50%, lo cual frenaba la aplicación, pues la efectividad debería ser más alta que la de los tratamientos existentes.

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La vacuna de COVID no se enfrentó a las mismas dificultades que la del SIDA, principalmente porque son virus distintos, pero ya está en proceso de distribución y la SIDA podría llegar pronto.

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